Por Natalie Angier
(The new York Times)
Para los mesopotámicos, el hígado era el principal órgano del cuerpo,
donde estaban el alma y las emociones humanas. Los antiguos griegos ligaban al
hígado con el placer: se cree que las palabras hepático y hedonista comparten
la misma raíz.
Los isabelinos se referían a su monarca no como la cabeza del Estado,
sino como el hígado de la nación: cuidado con quien se atreviera a hacerla
enojar.
No obstante, es posible que hasta los mayores expertos del hígado en
la historia hayan subestimado el alcance y la complejidad del órgano.
Un hígado sano es el único órgano en el cuerpo adulto que, si es
recortado a una parte de su tamaño original, se regenera rápidamente y funciona
como si fuera nuevo. Lo cual es positivo porque la lista de pendientes del
hígado es la segunda más grande tan solo después de la del cerebro: contiene
más de 300 artículos. Entre ellos, la reelaboración de los alimentos que
comemos para convertirlos en ingredientes para nuestras células; el neutralizar
las muchas sustancias potencialmente dañinas que ingerimos incidental o
deliberadamente; generar un inventario vasto de hormonas, enzimas, factores de
coagulación y moléculas inmunitarias; controlar la química sanguínea… y la
lista continúa.
“Si te fallan los pulmones, hay
ventiladores mecánicos que respiran por ti; si te fallan los riñones, contamos
con máquinas para diálisis, y el corazón realmente es solo una bomba, así es
que podemos usar un corazón artificial”, notó la doctora Anna Lok, presidenta
de la Asociación Estadounidense para el Estudio de las Enfermedades Hepáticas y
directora de Hepatología Clínica en la Universidad de Michigan.
“Sin embargo, si falla el hígado, no hay ninguna máquina para
remplazar todas sus distintas funciones, y la mejor opción es un trasplante”.
Y aunque los científicos reconocen que parece difícil de creer,
conforme más estudian de cerca al órgano, más largo se hace el inventario de
talentos y tareas del hígado.
Los investigadores de un estudio reciente se asombraron al descubrir
que el hígado aumenta y disminuye de tamaño hasta en 40 por ciento cada 24
horas, mientras que los órganos a su alrededor se quedan prácticamente iguales.
Otros han descubierto que señales mandadas por el hígado pueden ayudar
a dictar nuestras decisiones alimentarias, en particular los antojos de cosas
dulces.
Los científicos también han descubierto que los hepatocitos, que son
las células metabólicamente activas que constituyen el 80 por ciento del
hígado, poseen características que no se ven en ninguna otra célula normal del
cuerpo. Por ejemplo, mientras que la mayoría de las células tienen dos
conjuntos de cromosomas —dos conjuntos de instrucciones genéticas sobre cómo
debería comportarse—, los hepatocitos pueden envolver y manipular con destreza
hasta ocho pares de cromosomas y todo sin hacerse pedazos ni volverse
cancerosas.
Ese tipo de exceso cromosómico compuesto es “superúnico”, dijo el
doctor Markus Grompe, quien estudia el fenómeno en la Universidad de Salud y
Ciencia de Oregon, y lo más probable es que ayude a explicar la habilidad
regenerativa del hígado.
Los científicos esperan que los nuevos conocimientos sobre el
desarrollo del hígado y su desempeño ayuden a producir terapias novedosas para
los más de cien trastornos que afligen al órgano, muchos de los cuales van en
aumento en todo el mundo, de mano con el incremento en las tasas de obesidad y
la diabetes.
“Es algo chistoso”, notó Valerie Gouon-Evans, una especialista en el
hígado en la Escuela de Medicina en el Monte Sinaí. “El hígado no es un órgano
muy sexi. No parece importante. Solo parece un amasijo enorme. Sin embargo, es
discretamente vital, la torre de control del organismo”, y los hepatocitos de
los que está compuesto “son asombrosos”.
El hígado es nuestro órgano interno más grande, pesa alrededor de 1,6
kilos y mide 15 centímetros. La masa rojiza marrón de cuatro lóbulos de tamaño
desigual se extiende por todo el costado superior derecho de la cavidad
abdominal, por debajo del diafragma y encima del estómago.
El órgano siempre está bañado en sangre y utiliza de manera permanente
cerca del 13 por ciento del suministro hemático del cuerpo. Muchas de las
características insólitas del hígado están vinculadas a su asociación íntima
con la sangre.
Durante el desarrollo fetal, las células de la sangre se originan en
el hígado, por ejemplo, aunque esa tarea después queda en manos de la médula
ósea. Aun así, el hígado nunca pierde su gusto por los asuntos bioquímicos que
se transmiten por todo el cuerpo vía el sistema circulatorio.
La mayoría de los órganos tienen una sola fuente sanguínea. El hígado
tiene dos suministros de sangre: la arteria hepática, que transporta sangre
rica en oxígeno desde el corazón, y la vena porta hepática, que deposita sangre
drenada de los intestinos y el bazo. Este último tipo de sangre porta productos
alimenticios semiprocesados que necesitan ser “masajeados” por el hígado para
su conversión, desintoxicación, almacenaje, secreción y eliminación.
“Todo lo que te metes a la boca debe pasar por el hígado antes de que
haga cualquier cosa útil en otras partes del cuerpo”, dijo Lok.
Como el maestro catador de la sangre en circulación, el hígado lleva
el control de las exigencias energéticas del cuerpo a cada momento, liberando
glucosa de su reserva de glucógeno guardado, conforme se necesita, junto con
las vitaminas, minerales, lípidos, aminoácidos u otros micronutrientes que se pudieran
requerir.
Las nuevas investigaciones sugieren que el hígado puede asumir un
papel proactivo al igual que uno reactivo cuando se trata de controlar el
apetito y la elección de alimentos. Un estudio hecho por Matthew Gillum de la
Universidad de Copenhague y colegas suyos halló que el hígado intenta reducir
el antojo de azúcar después de que ingerimos alguna bebida muy azucarada con
una hormona llamada FGF21.
“Tiene sentido que el hígado pudiera tener un nexo con el control
metabólico”, dijo Gillum. “De alguna manera, sabe más de lo que sabe el cerebro
sobre disponibilidad de energía y sobre si estás comiendo demasiadas peras”.
El hígado también lleva el registro del tiempo. En un número reciente
de la revista Cell, Ulrich Schibler de la Universidad de Ginebra y sus colegas
describieron sus estudios del hígado oscilatorio: cómo aumenta y se reduce de
tamaño cada día, dependiendo de los ritmos circadianos de los animales y del
horario de alimentación.
Los investigadores encontraron que en los ratones, que normalmente
comen de noche y duermen de día, el tamaño del hígado se expande casi en la
mitad después de que oscurece y luego se reduce al llegar la luz del día. Los
científicos también determinaron la causa del cambio en las dimensiones.
“La mezcla, la sopa que está dentro del hígado, resulta ser
diferente”, dijo el Dr. Schibler. La producción de proteínas en los hepatocitos
de los ratones aumenta drásticamente por la noche, seguida de la destrucción
equivalente de proteínas durante el día.
La evidencia indica que un espectáculo similar de creación y
destrucción de proteínas ocurre también en el hígado humano, pero la sincronía
es opuesta que la de los ratones para ser compatible con nuestro patrón, que es
en gran parte diurno.
Los investigadores todavía no saben por qué oscila el hígado, pero
Schibler sugirió que es parte del programa de mantenimiento del órgano.
“El hígado recibe muchas cosas malas que pasan por él”, notó. “Si
dañas algunos de sus componentes, necesitas remplazarlos”. Al tener un ritmo en
ese remplazo, dijo, “conservas al hígado en buen estado”.
Así que si alguien te dice que “le caes en la punta del hígado” o que
“eres un hígado”, conténtate.